La Ciencia y la Biblia ¿Son incompatibles?

 

     Hay personas que piensan que la ciencia ha desplazado definitivamente a todas las formas de fe religiosa. "¡No me venga usted con esto de la Biblia y Cristo...!", se ha dicho seguramente más de una vez a los cristianos al dar testimonio de su fe. Y luego, con sonrisa irónica, se ha añadido: "En nuestro siglo XX, siglo de la ciencia y el progreso, está fuera de lugar hablar de la Biblia o de religión; la ciencia está explicando todos los misterios que fueron antes objeto de la fe. La ciencia llegará a comprender e interpretar todas las cosas. Ya no nos sirve para nada su Biblia".

     Pero antes de juzgar si tales afirmaciones están en lo cierto, antes de darles la razón o contradecirlas, hemos de examinar con seriedad e imparcialidad lo que es la ciencia, y mayormente su objetivo, y lo que es la Biblia y su finalidad. Sólo después de este examen podremos contestar con propiedad al interrogante que abre nuestro estudio: La Ciencia y la Biblia ¿son incompatibles?

 

El objetivo de la Ciencia

    "La misión de la ciencia es describir los hechos impersonales de la experiencia, en términos comprobables, tan exactamente, tan sencillamente, y tan completamente como sea posible. La ciencia es una construcción intelectual, una concepción activa del mundo. Dentro de su "universo discursivo" se atiende siempre a los términos experimentales, o a los derivados de éstos que sean comprobados... Es formulación descriptiva, no explicación interpretativa. Las cosas que inquiere la ciencia son causas secundarias, no últimas causas; causas eficientes,
no causas finales". Así resume el Prof. J.A. Thomson, de Inglaterra, el objetivo de la ciencia. Dejaremos que sea él, con su autoridad científica, quien continúe enseñándonos la misión de la ciencia. Tomamos sus palabras del libro "Introducción a la Ciencia" editado por "Editorial Labor, S.A.", núm. 66 de su Colección Labor, sección "Ciencias Filosóficas ".

     "Las largas controversias sostenidas entre la Ciencia, y la Religión, la Ciencia y la Teología, la Ciencia y .la Filosofía, la Ciencia y la Poesía, deben su longevidad a una idea equivocada sobre la finalidad de la Ciencia.

     "El principal objeto de la ciencia es la descripción concisa del Mundo cognoscible -repite una y otra vez el Prof. Thomson-. Citaremos un caso concreto aducido por el profesor Karl Pearson: "La ley de la gravitación es una breve descripción de cómo cada partícula de material del Universo altera su movimiento con relación a cada una de las otras partículas". No nos dice por qué se mueven las partículas; no nos dice por qué la Tierra describe determinada curva alrededor del Sol. Simplemente resume en breves palabras, la relación observada en una vasta serie de fenómenos.

    "Con el mismo fin escribe el doctor J. T. Merz: "La misión de todas las ciencias exactas es ofrecer una descripción completa y sencilla en que intervenga el cálculo". "No debemos aspirar a la captación de la causa última y final, ni pretender que la Ciencia nos enseñe a comprender la Naturaleza y la vida... la Ciencia es el análisis de los fenómenos como aparecen en el espacio y de su proceso en el tiempo". La verdadera naturaleza de la explicación científica se concreta en la definición que hizo Kirchhoff de la Mecánica como la ciencia del movimiento cuyo objeto es "describir del modo más completo y sencillo los movimientos como ocurren en la Naturaleza".

     "Huxley expresó el mismo punto de vista sobre las leyes de la Naturaleza: "Yo concibo el Universo como un gran juguete eternamente en movimiento; a nosotros, pobres mortales, nos está permitido disfrutar un poco en él. Por fortuna para nosotros, el "más sabio" de todos ha establecido algunas reglas sobre el juego, tal y como se juega en la actualidad. Llamamos a estas reglas "leyes de la Naturaleza", y las respetamos porque sabemos que obedeciéndolas aliviamos mucho nuestras
penas. Los naipes son nuestras teorías e hipótesis, las jugadas son nuestras verificaciones experimentales".

     Siguiendo con la" idea descriptiva" de la explicación científica, continúa el Prof. Thomson: "De acuerdo con esta doctrina, defendida por pensadores eminentes, como Kirchhoff, Mach y Ostwald entre los físicos, y con algunas modificaciones por Avenarius, Munsterberg, Royce y James Ward; entre 1os filósofos modernos el último ideal de la Ciencia, o de alguna parte de la Ciencia física, es, sencillamente, la descripción del curso de los hechos con el auxilio de la fórmula general más
sencilla. El por qué de las cosas no es el verdadero problema de la Ciencia; su sola misión es facilitarnos la apreciación de cómo son ".

     "Junto a la primera sensación de desaliento ante la definición de la Ciencia como descripción de hechos experimentales, surge una segunda pregunta: ¿Tiene la Ciencia la misión de explicar las cosas? ¿Es de su incumbencia ir mas allá de ia descripción y suministrar la explicación? A tal pregunta habremos de responder: a) La creencia vulgar de que la Ciencia "lo ha explicado todo" es un error lamentable. Como podremos ver más adelante se acercaría mas a la verdad decir que la
Ciencia no ha explicado nada. b) La Ciencia no pretende referir los hechos de la experiencia a realidades últimas. No es ésta su misión. c) En un sentido limitado la Ciencia explica las cosas que nos interesan, reduciéndolas a términos más sencillos, descubriendo las características de sus relaciones y averiguando su historia. ¿Qué queremos decir cuando afirmamos que la Física ha comprobado el fenómeno de las mareas, o que la Fisiología ha hecho las funciones del cuerpo humano más inteligibles de lo que acostumbraban a ser? Esto quiere decir que hemos adquirido una concepción general de la naturaleza de ios hechos en cuestión y que podemos concretarlos en una fórmula general. Sólo en este sentido la Ciencia explica las cosas, pero, realmente, no va más allá de una descripción".

 

Un error lamentable

     "La creencia vulgar de que la Ciencia "lo ha explicado todo" es un error lamentable". Esta es la conclusión de un científico. Y no es otro el testimonio de toda la verdadera Ciencia. La ciencia "describe" el Universo, pero no puede "interpretarlo" Nos explica su "cómo" pero no su "por qué".

     El esfuerzo científico del hombre logra descubrir ciertas leyes naturales por las que deduce el funcionamiento y las características de las cosas, pero jamás alcanza a descubrir el por qué estas leyes son así y no de otra manera, nunca consigue comprender ni su causa primera y fundamental ni su propósito. En realidad, la Ciencia opera sobre hechos dados, jamás puede crearlos a su antojo. El éxito de la aplicación práctica de los descubrimientos científicos se debe precisamente a la "obediencia" a estas leyes "descubiertas" pero de las cuales el hombre no puede "crear" ni una sola. A lo máximo que llega el hombre es a la imitación, imitación que no es otra cosa sino una forma más de obediencia La desobediencia a una sola de las leyes de la Naturaleza aunque fuera la más pequeña e insignificante, echaría por tierra en unos segundos todo el edificio de la Ciencia.
     Los grandes adelantos de la técnica moderna son un ejemplo de que sólo la sumisión más completa a las leyes de la Naturaleza hace posible los grandes progresos de que es testigo nuestro siglo. La puesta en órbita de satélites artificiales, imita a la astronomía, pero no crea nada, es pura obediencia a unas leyes que la Ciencia encuentra "hechas" sin saber por qué. El hombre debe acatarlas y sólo entonces puede utilizarlas en su provecho.

     Pero la Ciencia no tiene respuesta para las grandes incógnitas de la vida y del universo ¿Por qué hemos nacido? ¿Para qué? ¿Cuál es el significado de nuestra vida? ¿Qué es el Universo? ¿Cuál fue su origen? ¿Qué hay detrás y aún en medio de estas incontables galaxias de mundos? ¿Qué propósito rige la vida y el Universo?

     Con razón decía el gran pensador español Ortega y Gasset: "La Ciencia acaba sin acabar la cosa".

     Nuestra capacidad científica ¿qué es sino un punto de conocimiento en medio de dos abismos infinitos de ignorancia? Los dos abismos insondables del "Por qué" y el "Para qué" de todas las cosas y de nosotros mismos.

 

La ciencia es neutral

     Ciertamente, "la Ciencia acaba sin acabar la cosa" porque nuestra necesidad de conocimiento no termina allí donde acaba la investigación científica. Necesitamos saber mucho más de lo que la ciencia puede decirnos.

     Imaginemos una gran fábrica, con enormes complejos industriales, grandes máquinas, toda suerte de aparatos, miles de obreros y técnicos, administradores y directores y que no supiese cuál objetivo la mantenía en funcionamiento. Que al preguntar qué hacían y por qué trabajaban no supiesen, ni obreros, ni directivos, darnos una respuesta. Sería absurdo, ¿verdad? Pues, precisamente éste es el panorama, el único que puede darnos la Ciencia acerca del Mundo en que vivimos. Al ser descripción y no interpretación, no puede responder a los grandes interrogantes que, desde todas las épocas, formula el inquieto espíritu humano. Al describir ias cosas cómo son,

pero no decirnos por qué son así y para qué, la Ciencia, de hecho, no nos explica nada. Nada de lo que atañe a nuestro origen y a nuestro destino, al significado de la vida y al propósito del Universo.

     Pero al decir esto, ¿intentamos desprestigiar a la Ciencia? En absoluto. Nos faltarían páginas para contar los beneficios de todo orden que la humanidad debe a la Ciencia. La Ciencia es uno de los logros que más enaltecen al hombre. Pero debemos tener ideas muy claras en cuanto a sus objetivos y, sobre todo, en cuanto a sus límites.

     Al no poder responder a los grandes enigmas de la vida y del Universo, la Ciencia nos dice claramente que ella se halla en una posición neutral respecto de estos problemas. Lo que es lo mismo que decir que no se interfiere, en absoluto, con ninguna filosofía o credo religioso que trate de responder a los mismos.

 

Pura mitología materialista

     De ahí que cuando alguien, en nombre de la Ciencia, intenta desprestigiar la fe cristiana no "juega" limpio. Seguramente por ignorancia de lo que constituye el campo de acción del método científico, o por partidismo fanático que le hace confundir sus prejuicios anti-religiosos con los resultados de la creencia. Hecho, este último, contradictorio si tenemos en cuenta que, como acabamos de decir, la Ciencia es religiosamente neutral. Sus fines no atañen a lo espiritual o filosófico. Está muy de moda, en todo lo que va de siglo, el confundir lamentablemente la Ciencia con la concepción atea y materialista del mundo y del hombre. Tiene razón Claude Tresmontant al escribir: "Esas tesis fundamentales de la metafísica materialista no están fundadas, evidentemente, en ninguna ciencia real, ni posible. La ciencia positiva en tanto que tal describe y analiza el proceso cósmico, la estructura de la materia y la estructura de los vivientes, despeja las leyes de lo real objetivamente analizado. Pero ninguna ciencia actual ni posible podrá decirnos jamás que la materia existe por sí misma que es autocreadora, que el mundo existe por sí y es autocreador, que la materia produce en virtud de sus propios recursos esas síntesis altamente complejas en la que es arrastrada. Esas tesis no son científicas, sino metafísicas y esas metafísicas no descansan sobre ningún fundamento en la experiencia ni en la razón. Son, pues, desde el punto de vista filosófico y racional que aquí es el nuestro, puramente mitológicas. Esas tesis que vuelven a considerar el mundo y la evolución como el Absoluto vuelven de hecho a una metafísica que nos es bien conocida: la de Heráclito, la de Aristóteles, que también consideraban el mundo como increado y eterno dado que divino. " El ateismo -escribe Feuerbach-, es el panteísmo invertido".

 

Necesidad de una revelación

     La capacidad cognoscitiva del hombre no puede, por si sola, alcanzar aquellos conocimientos que escapan a la Ciencia, hija, al fin y al cabo, de aquella capacidad humana.

     El hombre mediante el método experimental, dependiendo entera y únicamente de sus facultades y capacidades ha hecho posible la Ciencia, saber limitado y restringido a las causas secundarias, al mundo visible, y el esfuerzo humano no da más de sí.

     Buscar un complemento a este conocimiento científico en la filosofía equivale a arriesgarse mucho porque esta filosofía, en realidad, es producto del mismo esfuerzo humano limitado que no consigue "acabar la cosa".

     ¿Y las religiones? De hecho no son más que esfuerzos humanos para alcanzar lo Infinito y lo Eterno, para escapar de la estrecha cárcel de conocimientos en que tiene "encadenada" la Ciencia nuestra sed y necesidad de ulterior y trascendental conocimiento.

     Pero, esfuerzos "humanos ", al fin, y como tales, partícipes de los mismos límites que caracterizan el poder de conocimiento de la mente humana.

     Solamente una Revelación, un conocimiento impartido desde fuera podría despejar la nube de incógnitas que cubre el cielo de nuestro saber. Un conocimiento directo de Dios. Si Dios existe puede revelarse. Aun más: "Si Dios existe es lógicamente razonable que haya hablado. Si existe, pues, tal revelación ella constituye la prueba más concluyente de la existencia de un Dios Creador, Ordenador en el que el Universo y sus seres hallan sentido y propósito. Ahora la cuestión es: "¿Existe tal Revelación?".

     En cuanto a su necesidad. no es menester que hablemos. Queda demostrado que la misma creencia prueba "la conveniencia de una tal revelación para completarla. Pero, "¿Hay una tal Revelación?". Lo que en el terreno de lo ideal es una conveniencia indiscutible ¿es un hecho en el terreno de la realidad?

 

¿Qué es la Biblia?

     La Biblia, el libro sagrado del Cristianismo, pretende ser el registro de esta Revelación de Dios a los hombres. La Biblia dice ser la Palabra de Dios, con autoridad divina, y constituye por tanto un documento digno de tenerse en cuenta por parte de todo aquel que busca sinceramente hallar una respuesta a todos los grandes problemas, que ya hemos mencionado, y para los que la Ciencia no tiene respuesta.

     Es muy fácil, pero muy "anticientífico" el rechazar sin más ni más las evidencias de la Biblia. El sólo hecho de que exista un tal libro, que pretenda tal cosa (el ser la misma Palabra de Dios) merece estudio y consideración y aquí también solamente un examen sereno e imparcial nos capacita para juzgar equitativamente.

     El que dice : "Cree sin preguntar" no es más dogmático que otro que diga: "Rechaza sin probar". Es fácil, en medio de un montón de libros de texto, pretender ignorar la Biblia y no consultarla apenas, desdeñándola. ¿Qué científico comprueba los resultados de un experimento sin haberlo realizado exactamente como estaba prescrito? Nos creemos inteligentes, pero, ¿qué sabio se atrevería a formular un juicio sin un pleno conocimiento de evidencias?

     Muchos rechazan ciegamente una oferta que ni han investigado ni han aplicado. Es la oferta de la Palabra de Dios. La Biblia dice ser esta Palabra. Pero no todos están dispuestos a desafiar las "modas" y el orgullo social y la codicia intelectual para luchar contra la corriente.

     ¿Es que acaso es una bagatela detenerse a considerar la Persona de Cristo? ¿Es una bagatela el mensaje del evangelio? ¿Tan seguros estamos del más acá y del más allá?

     No es una tontería dar oídos a Dios que amó de tal manera al mundo que dio a su Hijo para que todo aquel que quiera recibirle no perezca sino que tenga vida eterna.

     El que no quiera preocuparse de la Escritura, puede hacer lo que le plazca, pero no tiene derecho, en su ignorancia, ni de criticarla ni siquiera de hablar de ella, Concederle este derecho, equivaldría a pedir a un ciego que nos describiera una puesta de sol sobre el océano o a un mudo a que nos recitase los discursos de Cicerón.

     Examinemos, pues, la Biblia y veamos lo que pretende ser.

 

El Objetivo de la Biblia

     "La Biblia nos ha sido dada no para que sepamos cómo es el Cielo sino para ir a él", dijo Galileo cuando fue condenado por la inquisición por afirmar que la Tierra era esférica y que giraba alrededor del Sol. Este juego de palabras del genial matemático, físico y astrónomo italiano, ¿era solo un ardid verbal o constituía casi una regla de exégesis para la interpretación bíblica? Busquemos la respuesta en la misma Escritura:

     "...las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud (salvación) por la fe que es en Cristo Jesús.
    "Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra" (2 Timoteo 3:15,16).

     De este texto se desprende el objetivo doble de la Biblia: 1) Dar el conocimiento salvador por la fe en Cristo. 2) Instruir al hombre salvado, por aquel conocimiento, en todo aquello que le perfeccione para toda buena obra. Salvación y perfección de los salvados: he ahí la finalidad del conocimiento que imparte la Escritura. Ni una sola palabra, ni en éste ni en ningún otro texto bíblico, acerca de conocimiento científico y ni siquiera de referencias a la Ciencia como a tal.

     Entonces ¿Por qué hablar de pretendidas equivocaciones y contradicciones en el "lenguaje científico" de la Biblia, si ésta no se ocupa de Ciencia? Sencillamente, los que impugnan la Escritura bajo pretexto de su erróneo "lenguaje científico" desconocen la Biblia y su objeto, del mismo modo que los que pretenden inutilizarla porque creen que la ciencia lo explica todo no saben, con propiedad, cuáles son los verdaderos fines de la Ciencia.

     Del mismo modo que la Ciencia, por no ocuparse de teología ni de filosofía, no puede tener un lenguaje teológico ni filosófico, así tampoco la Escritura tiene vocabulario científico por ser muy otro su campo de acción.

     Conviene poseer ideas claras sobre el particular. Cuando la Biblia se refiere a la Naturaleza, ¿qué lenguaje emplea?

 

Lenguaje Bíblico relativo a la Naturaleza

     El lenguaje de la Escritura para referirse a los fenómenos naturales no es científico, ni anticientífico, es POPULAR. según unánime testimonio de los mejores expositores bíblicos.

     Lenguaje popular.

     Es el lenguaje del pueblo, el que empleamos comúnmente en nuestra vida social, familiar y de trabajo El lenguaje que todo el mundo entiende.

     El lenguaje popular se caracteriza porque es un lenguaje de "apariencias", es decir: expresa las cosas tal como aparecen y son percibidas, sin estudio previo, y con toda facilidad por los sentidos.

     El primer capítulo del Génesis describe la Creación del Sol, de la Luna, de las Estrellas, pero nada dice de los Asteroides, cometas, nebulosas, etc., porque ello ya sería entrar en el terreno de la Ciencia, y significaría abandonar el lenguaje popular que le es característico. En el mismo capítulo se habla de animales y peces, y aves, como podría hacerlo cualquier persona de cualquier época, pero no cita las diversas clasificaciones del mundo animal: anfibios, mamíferos, etc., que serían designaciones típicas del lenguaje científico.

     Dentro del mismo libro del Génesis se da el caso de que se dediquen sólo dos capítulos a la creación y doce, en cambio, a la vida de Abraham. Con ello se confirma el objetivo apuntado en 2 Timoteo 3:16 de impartir conocimiento espiritual, no científico.

     Como muestras de este lenguaje popular, limitado a las apariencias sensibles, tenemos el uso de términos como "corazón", "entrañas", etc., para referirse a fenómenos de la conciencia, la mente y el espíritu. Términos usados a través de todas las generaciones, y aún hoy día, pese a los modernos adelantos de la Ciencia. En Romanos 10:9,10 se habla de "creer" con el "corazón", lo que todos entendemos perfectamente, y en Filipenses 1:8 de amar "en las entrañas de Jesucristo", dando a entender aquella unión tan perfecta del creyente, ejemplarizada en el apóstol Pablo, que le hace uno con el Señor, convirtiendo sus afectos y su amor en algo propio del mismo Cristo. En Jeremías 11::20, Lamentaciones 2:1 y otros muchos textos tenemos ejemplos de este modo popular de expresión, comprensible a todo el mundo. Hablando en términos técnicos de su especialidad es difícil que un astrónomo diga que el "Sol se pone o sale", pero hablando con su esposa y aún con sus mismos colegas del Observatorio en una simple conversación lo difícil sería que renunciar a esta expresión. Hablará de "salida" y "puesta" de Sol, a sabiendas de que esta expresión no expresa una explicación científica de las leyes de astronomía, pero consciente de que expresa la misma verdad en términos populares.

     La Biblia, como el astrónomo de nuestro ejemplo, no usa lenguaje científico para dirigirse al común de los mortales. Pero el lenguaje popular, no científico, tampoco es anticientífico. De hecho, como define Bernard Ramm, se trata de un lenguaje "pre-científico".

     No saben lo que piden.

     Cuando una persona pone objeciones a la Biblia porque no está redactada en términos científicos, no sabe, en realidad, lo que pide. ¿Qué es el lenguaje científico? Entendemos por tal toda esta serie de expresiones técnicas desarrolladas y cambiantes a lo largo de la historia de la ciencia y que expresan en muy pocas letras o palabras conceptos muy complejos que de tenerse que definir en el lenguaje corriente, resultarían mucho más extensas y menos exactas. Este lenguaje permite a los hombres de ciencia comunicarse en su trabajo más eficiente, rápida y técnicamente. Pero es un lenguaje que sólo entienden los científicos, por lo general, pues no es otra cosa que un instrumento más de su oficio. Y, repetimos, cambia como cambian los conceptos de la Ciencia revolucionados por cada nuevo descubrimiento.

     Ambos lenguajes, el popular y el científico, sirven a su propósito. El científico escribe su ensayo para la revista técnica de su especialidad, en el lenguaje técnico de la misma y este lenguaje representa para él un elemento valioso para la comunicación de las ideas. Pero cuando converse con su vecino recurrirá prudentemente al lenguaje popular incluso en aquellos temas que pudieran tener carácter científico.

     Ahora bien, imaginemos que la Biblia tuviese que ser escrita en lenguaje científico. Preguntamos: ¿Quién la entendería? Solamente un reducido grupo de hombres: los científicos. Para el resto de la humanidad sería un jeroglífico indescifrable. Además, cabe otra pregunta: ¿En el vocabulario científico de qué época tendría que haberse escrito? Porque es evidente que, caso de haber sido escrita en los términos de la moderna ciencia, solamente hubiera sido asequible a los científicos de nuestra generación, pero no a los anteriores, ni tampoco a los de las futuras, porque la Ciencia aún no ha dicho su última palabra en descubrimientos. Incluso si alguien osa decir que la Escritura cuando se refiere a la Naturaleza debería de utilizar el lenguaje de la "Ciencia Final", es decir: del conocimiento Científico perfecto, ideal, tampoco sabría lo que pediría. Igualmente podríamos preguntarle: ¿Quién entendería tal lenguaje? Hasta ahora nadie hubiera podido comprenderlo.

     Pero no, la Biblia no está escrita solamente para un reducido número de personas ni para una época determinada de la historia. La Palabra de Dios es una Revelación para todos los nombres de todas las épocas. Y para semejante comunicación, ¿qué mejor lenguaje que el popular, comprensible para todos, en todo lugar y todo tiempo?

     Moldes culturales.

     El vehículo de comunicación de la Palabra divina han sido los idiomas Hebreo y Griego. Idiomas y culturas van íntimamente unidos, de ahí que el ropaje con que nos ha sido dada la Revelación sea el lenguaje popular de ambas culturas: la hebrea y la griega, amén de las vecinas civilizaciones caldeas y egipcia en el A.T. y romana en el Nuevo, por sus reflejos sobre la vida judía a lo largo de su historia.

     El lector de la Biblia hallará expresiones típicas de estos pueblos, muchas de las cuales aún hoy tienen carácter de hábito en nuestra conversación cotidiana. Bastará consultar un Diccionario Bíblico para estos llamémosles "moldes culturales" en que viene ataviado el mensaje de la Biblia, como por ejemplo los conceptos relativos al tiempo, años, días, meses, épocas, etc., los términos matemáticos y de medición, los nombres geográficos, las generalizaciones numéricas, etc.

     Surge en la mente una cuestión: "¿Se contaminó la Biblia de esas culturas?".

     Es bien sabido que las ideas religiosas de estos pueblos antiguos (Egipcio, Babilonia, Asiria, Grecia, Roma, etc.) iban siempre unidas a concepciones cosmológicas del Universo. Concepciones que, en ocasiones, tenían que reflejarse en el idioma. ¿Se contaminó la Biblia de tales concepciones erróneas, fantásticas, y aún en muchos casos groseras? Esto hubieran deseado demostrar los incrédulos y los teólogos liberales. Pero el intento ha sido en vano. La Biblia no teoriza en cuestiones cosmológicas, ni científicas de ninguna clase. Se ha querido reconstruir alguna teoría del universo basada en la Biblia, y compararla con las concepciones babilónica, asiria o egipcia, demostrando con ello que la Escritura hebreo cristiana era el producto de aquellas culturas. Pero el intento ha fracasado siempre que se ha querido llevar a cabo, por la sencilla razón de que la Biblia no formula hipótesis científicas de ninguna clase. El mismo relato de la creación es la narración de hechos reales, históricos, veraces, pero descrito de una manera popular, simbólica (o poética) incluso en algunos detalles tal vez, pero jamás en forma de vocablos científicos. Describe los hechos tal como pueden ser percibidos por los sentidos, por su apariencia; de la manera que lo entiende el pueblo: en términos de lengua popular. Porque la Biblia, en resumen, es neutral en cuestiones científicas. De manera que, salvada la verdad de que Dios es el Creador Todopoderoso y que por Él existen y subsisten todas las cosas, la Biblia no defiende ni a Aristóteles ni a Pitágoras, ni a Ptolomeo, ni a Copérnico, ni a Newton, ni a Einstein. La Escritura no tiene ninguna definición sistematizada de astronomía, ni de geología, ni de física, ni de química; ni de biología, ni de botánica, ni de ninguna especialidad científica. Vale la pena reproducir lo que sobre el particular escribe W.B. Dawson:

     "Un hecho sobresaliente en las referencias bíblicas a la naturaleza es que no hallamos ninguna explicación definitiva sobre las cosas naturales. No van más allá de lo que ven los ojos y sus descripciones en este sentido son correctísimas.

     Los escritores de la Biblia muestran más que severo autocontrol. Deben de haber sido guiados ,divinamente, limitándose a su tema y evitando explicaciones teóricas de las cosas naturales".

     ¡Qué fácil resultaba querer teorizar y presentar hipótesis de acuerdo con el conocimiento de la Ciencia de aquellas épocas! Pero Dios guardó a su pueblo, y mayormente a aquellos por quienes tenía que transmitir su mensaje, de semejante peligro y tentación. Israel nunca se distinguió por su Ciencia ni por su cultura especial antes del advenimiento de Cristo. Su fe ligada a una inquebrantable fidelidad al creador que prohibía solemnemente toda forma de veneración a las criaturas y de interés por la Creación les guardó de vanas hipótesis y teorizaciones seudo-científicas como las que estaban en boga en las principales civilizaciones antiguas.

     Así que la Providencia veló para que el mensaje divino a la humanidad no sólo tuviese un carácter popular al alcance de la comprensión de todos, sino que guardó este mismo lenguaje para que se mantuviera libre de toda disquisición de tipo científico.

 

La Biblia es Neutral

     Antes decíamos que la Ciencia es neutral en cuestiones de orden religioso, y hace unos momentos acabamos de decir que 1a Biblia es neutral en lo tocante a hechos naturales. La combinación de ambas definiciones nos da la fórmula que armoniza la Ciencia con la Biblia.

     La Biblia no describe la Naturaleza en el sentido de dar una explicación científica de la constitución interior de las cosas y fenómenos visibles. Es neutral en lo relativo a cuestiones científicas. La tarea de la Ciencia, por su parte, es describir la Naturaleza y permanecer neutral en las cuestiones trascendentes de tipo religioso.

     La Ciencia y la Biblia, ¿son compatibles? Después de lo apuntado, creemos que la Ciencia y la Biblia no sólo son compatibles, sino que se complementan y unidas constituyen la máxima fuente de conocimiento que le es dable tener al hombre.

 

La armonía bíblico científica

     La Ciencia estudia el mundo visible: la Naturaleza. Su método es la experimentación y depende de las facultades intelectuales, limitadas, del hombre. Sus posibilidades, dado los limites humanos, abarcan únicamente la descripción de los hechos y el conocimiento de las causas secundarias.

     La Biblia revela el mundo invisible de Dios y arroja un potente rayo de luz sobre el significado del mundo natural visible. Su método es de revelación, sus posibilidades son infinitas mediante la obra del Espíritu Santo en el creyente que aplica las verdades de la Palabra divina a su espíritu.

     Diferentes objetivos, diferentes métodos, diferentes campos de estudio, la Biblia y la Ciencia no se contradicen ni se oponen sino que se complementan en una maravillosa armonía.

     Podríamos concluir diciendo que el hombre tiene a su alcance dos libros supremos: la Naturaleza y la Biblia, ambos escritos por Dios. La Ciencia escudriña el primero y la fe el segundo, pues como señala J. H. Pratt: "El libro de la Naturaleza y la Palabra de Dios emanan de un mismo e infalible Autor, y por tanto, no pueden estar en desacuerdo". Y, ciertamente, no lo están.

     Esta neutralidad de la ciencia en materia de religión y de la Biblia en materia científica, ¿es absoluta? ¿No existe ni una sola relación entre ambas? ¿Jamás toca la Escritura cuestiones que rozan el límite de lo científico?

     Es un hecho que el relato bíblico refiere acontecimientos históricos de tal naturaleza que escapan al control de la Ciencia: la encarnación de Jesucristo y su resurrección en el Nuevo Testamento y el paso de los israelitas en medio de las aguas separadas milagrosamente del Mar Rojo, son tan sólo algunos ejemplos de los muchos más que se hallan en la narración bíblica. Estos hechos milagrosos no pueden ser explicados científicamente. Y si, por su parte, la Biblia no es un manual de ciencia sino una revelación de Dios que sólo provee verdad espiritual, ¿cómo razonaremos acerca de estos fenómenos sobrenaturales que se dan en el relato bíblico?

     Además, la Biblia si bien no presenta una teoría científica acerca del Universo y la naturaleza, sí que nos ofrece una cierta visión propia del mundo, pues las verdades espirituales de que trata al estar relacionadas con el hombre, forzosamente han de tocar, aunque sea rozándolos en muchos casos, las realidades del universo físico que ocupan a la Ciencia.

 

Visión bíblica de la Naturaleza

     Las Escrituras, en sus primeras páginas, enseñan que el mundo físico es una creación de Dios. La materia no es eterna, ni se originó en el caos, Detrás del mundo visible existe una Inteligencia espiritual y creadora que dio vida a cuanto existe.

     En segundo lugar, la Biblia afirma que este Universo físico se sostiene por la Providencia de Dios, Dios es el Creador y el sostenedor de esta Creación, por consiguiente, aunque la haya dotado de leyes cuyo estudio es la ocupación de la Ciencia, como Señor soberano puede alterar las mismas cuando así conviene a sus propósitos. La Biblia no sabe nada acerca de esta clase de "Dios" en el que algunas personas parecen creer: un Dios que no puede actuar más que de acuerdo con las leyes de la Naturaleza y al que no le está permitido hacer ningún milagro. Como alguien ha dicho, para creer en un Dios de tal modo esclavo de sus propias obras, es mejor no creer en ninguno. El Dios de Abraham, de Isaac y Jacob, el Dios revelado en Jesucristo es, sin embargo, bien distinto: es un Dios Creador, Sustentador y Soberano.

     Las Escrituras enseñan también que el hombre es la cima de la Creación. Pero este honor ha sido manchado por el pecado, de ahí que el que fue creado Rey es ahora un ser caído y arruinado moral y espiritualmente. La antropología bíblica no es optimista en cuanto al hombre: lo conoce bien y lo pinta sin ambages.

     Por todo lo expuesto, se desprende que aunque la Biblia no quiere hacer Ciencia, en el sentido que no es su misión explicar el como de las cosas sino sólo su por qué (proyectándolas dentro del fondo espiritual de que emergen), sí es suficientemente clara en cuanto a algunos puntos fundamentales que podrían entrar en conflicto con algunas "teorías" (nada más que teorías) llamadas científicas, tales como el materialismo el panteísmo y el racionalismo.

     La Biblia enseña además que Dios ha querido identificarse con la humanidad y se ha introducido en la historia en una época y en unas condiciones determinadas. Esta "intrusión" de Dios no podía dejar de ser milagrosa. Toda la vida de Cristo es un milagro. Querer negar esta evidencia no es hacer ciencia, es cerrar los ojos y caer en el oscurantismo fanático del materialismo que es tan lamentable como el supersticioso de la Edad Media. Cristo es un acontecimiento histórico irrefutable y un hecho milagroso contundente. En Él podemos ver al Dios que hizo los cielos y la tierra y todo cuanto existe, al Sustentador y al Redentor de una humanidad caída.

     Debemos observar, como ya notamos a su debido tiempo que desde el punto de vista de Dios no hay tal cosa como milagro. Dios hace lo que desea, como quiere y cuando le place. Ahora bien, ningún milagro implica capricho o despropósito: todo lo contrario. El poder perfecto de Dios se ejerce para castigo o bendición pero siempre dirigido con la finalidad de enseñar algo al hombre acerca de la gracia de Dios.

     Lo que esta escrito en la Biblia es Palabra de Dios, no el resultado de la investigación humana, de ahí el inconmensurable abismo que separa a este conocimiento del meramente humano como el adquirido por la Ciencia. No es que la Biblia tenga que erigirse por encima de las obras de geología, biología, astronomía, medicina, etc. No; porque no es éste su objetivo como hemos venido repitiendo hasta la saciedad. Pero, sí que es superior la Biblia en la explicación del porqué del mundo, del hombre y del propósito y destino de toda la Creación. Porque aquí la Ciencia solo sabe que no sabe nada y ha de apoyarse en la verdad revelada o sumirse en la ignorancia y locura de simples hipótesis.

 

Cuatro principios útiles

     El profesor F. Steele ha dado cuatro grandes principios que nos ayudarán a establecer la correcta relación entre la Ciencia y la Biblia. Helos aquí: 1º Debemos reconocer la eminente autoridad de la Escritura como verdad absoluta e infalible. 2º Debemos darnos cuenta de que el propósito de la Palabra es revelarnos verdades espirituales. Toda otra información dentro del marco de la revelación, sea histórica o literaria, es secundaria, y subordinada al mensaje espiritual. 3º Nuestro concepto de los milagros viene originado por los límites del conocimiento humano y no de la Omnipotencia divina. y 4º, las evidencias históricas y arqueológicas que en los tiempos modernos han ayudado a corroborar muchos datos bíblicos, han de examinarse siempre críticamente sobre las bases de lo que narra la Escritura y nunca ser aceptadas a la ligera antes de comprobación minuciosa. Hay que precaverse de adoptar proposiciones científicas, como axiomas, para explicar la verdad bíblica en vez de ilustrarla o confirmarla solamente. La ciencia ha hecho en el pasado y hará aún más en el futuro valiosas contribuciones al estudio de la Palabra de Dios, pero siempre debemos considerarla como una sirvienta, útil pero no imprescindible y siempre sujeta a corrección por la eterna verdad de la Biblia.

 

El Destino del Hombre

     Dios sólo dedica un capítulo en la Biblia para contarnos cómo creó todas las cosas. En el segundo capítulo nos habla acerca del origen del pecado. Ya partir del cuarto capitulo, y así a todo lo largo de la Sagrada Escritura, se ocupa sobre todo de mostrar al hombre cómo puede reconciliarse con El, ser transformado y vivir en comunión con la Divinidad. También le enseña en dónde pasará la eternidad.

     Pero el hombre gusta de conocer todo lo contrario. Trata de ocuparse la mayor parte de su vida acerca de su origen y la estructura del mundo que le rodea, pero sin preocuparse mucho en cuanto a su destino eterno. Quiere saber de dónde viene pero no se pregunta a dónde va.

     Querido lector, detente unos momentos y medita en tu destino eterno. Sabemos que venimos de Dios, porque Él nos creó; pero también sabemos que el pecado nos aparta de Él. Conocemos que Dios ha provisto un medio de salvación en Cristo, de modo que tengamos un acceso abierto por el cual volver al Padre y ser convertidos en sus hijos amados.

     ¿Por qué no empezar a ocuparte en esta investigación? Vale la pena, no sólo ilustrará sino que cambiará tu vída si verdaderamente estás dispuesto a conocer la verdad de Dios.

 

José Grau, 15-09-2001.